Para Blake algo cambia desde ese momento, ahora tiene una razón por la que luchar, algo que le devuelva la ilusión perdida, las ganas de componer canciones y enfrentarse al reto de dejar de beber.
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Si este actor ya nos tenía acostumbrados a excelentes interpretaciones —actualmente también se le puede ver en ‘Los hombres que miraban fijamente a las cabras’ (‘The Man Who Stare at Goats’, Grant Heslov, 2009), una pequeña tontería sin demasiado sentido— lo visto en ‘Corazón rebelde’ no tiene precio. Bridges pertenece a ese tipo de actores que con su sola presencia justifican el visionado de una película por muy mala que esta sea, que no es el caso. Hay en la composición de Bridges, un prodigio de contención dramática, todo lo que necesitamos saber de su personaje. Hay dolor en sus ojos, cansancio en sus palabras, y patética rebeldía en sus pobres actuaciones. El sabor del éxito que ya no volverá se diluye mientras se decide entre seguir olvidando quién fue o recuperar la fe gracias a una mujer.
Corresponde el personaje de dicha mujer a una actriz excelente que ha conseguido su primera nominación al Oscar por esta película, Maggie Gyllenhaal, hermana del también actor Jake Gyllenhaal. La actriz le da la réplica perfectamente a su compañero de reparto y con una química excelente ambos proponen una historia de amor tan arriesgada como poco profunda. Las apariciones de Robert Duvall —una de las voces de conciencia de Blake— y Colin Farrell —que representa aquello que Blake nunca será— parecen meros cameos desinteresados que ayudan a vestir la personalidad de Blake. Actores que se encuentran como pez en el agua, cuyos dramas personales —bastante más light de lo esperado— se aderezan con una excelente banda sonora llena de canciones country supervisadas por el veterano T-Bone Burnett.
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‘Corazón rebelde’ termina con un final algo insatisfactorio que se debate entre cierta mirada amarga y concesiones evidentes a un público amante de los finales felices, como si se hubiera querido contentar a todo el mundo. Aún así es una película cuyo visionado transcurre con tranquilidad. Un film casi vacío, pero amable. Un actor casi solo al frente, pero muy grande.
No le niego a Cooper la honestidad de su planteamiento, una película que pretende ser sencilla aunque tira más bien por lo simple, pero que se aleja sobremanera del tipo de cine salido mayoritariamente de Hollywood. Aquí no tenemos montaje acelerado ni personajes vacíos, ni siquiera hay un intento de dogmatizar o resultar moralista con algunos de los temas que trata, como la vejez, la fama perdida, el amor o la responsabilidad familiar. Pero que el film no caiga en ello no significa que todo lo mostrado tenga fuerza, empaque o incluso interés. Afortunadamente Cooper deja todo en manos de un plantel de actores en estado de gracia, que son quienes animan la función comandados por un impresionante Jeff Bridges.
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Interesante si, pero yo, me quedo con la película The Wrestler con Mickey Rourke como protagonista.
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